Holaa!
Hoy os traigo los fragmentos que más me han hecho reflexionar del último libro que os reseñé. El libro me gustó bastante y hubo varios fragmentos que me parecieron muy interesantes, así que la entrada de hoy va para larga. ¡A ver si os gustan!
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El primer fragmento que os traigo es un pensamiento de la protagonista, Callie, que desea volver a su inocencia, desea volver a creer en aquello maravilloso que creyó que tenía, y odia ser consciente de que en realidad no lo ha tenido nunca.
En el capítulo 2
"Ser considerada hermosa. Una sola vez"
Era lo más improbable de su lista... Solo podía recordar una vez, un momento fugaz en su vida, en el que se había acercado vagamente a esa meta. Pero al recordar aquella noche, hacía ya tanto tiempo, cuando el marqués de Ralston la había hecho sentirse hermosa, tuvo la certeza de que él no la había percibido así. No, él solo fue un hombre que hizo lo que pudo para que una jovencita se sintiera mejor consigo misma antes de escapar a una cita nocturna. Sin embargo, en ese momento la había hecho sentirse hermosa. Como una emperatriz. ¡Cómo deseaba volver a ser tan inocente! ¡Cómo anhelaba volver a sentirse Calpurnia otra vez!
Era lo más improbable de su lista... Solo podía recordar una vez, un momento fugaz en su vida, en el que se había acercado vagamente a esa meta. Pero al recordar aquella noche, hacía ya tanto tiempo, cuando el marqués de Ralston la había hecho sentirse hermosa, tuvo la certeza de que él no la había percibido así. No, él solo fue un hombre que hizo lo que pudo para que una jovencita se sintiera mejor consigo misma antes de escapar a una cita nocturna. Sin embargo, en ese momento la había hecho sentirse hermosa. Como una emperatriz. ¡Cómo deseaba volver a ser tan inocente! ¡Cómo anhelaba volver a sentirse Calpurnia otra vez!
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En este divertido fragmento se nos demuestra que Callie, aunque no pueda admitirlo públicamente, tiene claro que hay un momento en el que una mujer (o cualquier persona), puede llegar a hacer cualquier cosa por aquello que más desea,:
En el capítulo 4
-¿Hace mucho tiempo que es amiga de mi hermano?
Callie se quedó paralizada.
-¿Amiga?
-Sí. Es evidente que Ralston siente una profunda admiración por usted y que la considera su amiga. Esta mañana parecía realmente ansioso por informarme de que usted me apoyaría ante la sociedad. Si no son amigos, ¿por qué iba usted a estar aquí? ¿Por qué arriesgaría su estatus para guiarme y no dejarme dar un paso en falso?
Callie supo que no podía decirle la verdad. "Deberías saber, Juliana, que hay un momento en la vida de cada mujer en la que está dispuesta a cualquier cosa por que la besen"
Callie se quedó paralizada.
-¿Amiga?
-Sí. Es evidente que Ralston siente una profunda admiración por usted y que la considera su amiga. Esta mañana parecía realmente ansioso por informarme de que usted me apoyaría ante la sociedad. Si no son amigos, ¿por qué iba usted a estar aquí? ¿Por qué arriesgaría su estatus para guiarme y no dejarme dar un paso en falso?
Callie supo que no podía decirle la verdad. "Deberías saber, Juliana, que hay un momento en la vida de cada mujer en la que está dispuesta a cualquier cosa por que la besen"
A continuación un pequeño fragmento que contiene una gran verdad:
En el capítulo 8
No
atreverte a vivir una aventura es peor que haber tenido una experiencia
decepcionante.
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Ahora os traigo un divertido e irónico fragmento que contiene oculta una gran crítica a los acuerdos sociales protocolarios, exagerados en el siglo XIX, pero cuya crítica también podría aplicarse a nuestra sociedad actual:
En el capítulo 9
Finalmente se detuvo ante un ejemplar de
edición alemana sobre Mozart, y se mordisqueó el labio inferior mientras
consideraba aquella opción.
—Si está buscando una biografía sobre Mozart,
no encontrará ninguna mejor que esta. Niemetschek conoció al maestro en
persona.
Juliana se volvió hacia la voz.
A solo unos centímetros de ella, estaba el
hombre más apuesto que hubiera visto nunca.
Era alto, de espaldas anchas y ojos del color
de la miel calentada por el sol. La luz del atardecer que entraba a raudales
por la vidriera del escaparate arrancaba brillos dorados a sus rizos y
subrayaba las líneas perfectas de su nariz y mandíbula.
—Er… —Se interrumpió, intentando recordar a
toda prisa qué indicaban las normas de conducta en tales situaciones. Callie y
ella no habían llegado a discutir cuál sería la manera de actuar cuando se
viera abordada por un ángel con conocimientos sobre biografías de músicos. No
debería ser impropio agradecérselo, ¿verdad?—. Muchas gracias.
—Un placer. Espero que disfrute de él.
—Oh, no es para mí. Es un regalo para mi
hermano.
—Ah, pues espero que él lo aprecie. —Hizo una
pausa y se miraron a los ojos durante un buen rato.
Juliana se puso nerviosa ante ese silencio y
se vio obligada a romperlo.
—Lo siento, señor. No estoy segura de que sea
correcto que conversemos sin que nos hayan presentado.
Él esbozó una sonrisa que hizo que ella
sintiera un cálido escalofrío.
—¿No está segura?
—Estoy casi segura. Acabo de llegar a Londres
y todavía no conozco bien el protocolo, pero me parece recordar que deberíamos
haber sido presentados —dijo con un brillo en sus ojos azules.
—Es una lástima. ¿Qué cree que ocurriría si
nos descubrieran hablando de libros en un lugar público?
El tono de su voz le arrancó una risita.
—Nunca se sabe. Quizá nos tragara la tierra
por realizar una actividad tan arriesgada. ----------------------------------------------------------------
¿Puede la pasión separarse del amor? Supongo que cada cuál puede escoger sus criterios al respecto. Lo importante es que en una relación ambos miembros busquen lo mismo.
En el capítulo 11
La mujer sonrió.
—Mi corazón es muy resistente, Ralston. —Él
asintió con la cabeza, aceptando su rendición—. Supongo que sabes que una chica
de esa clase no conoce en absoluto el mundo en el que nos movemos nosotros.
—¿Qué quieres decir? —No pudo resistirse a
preguntar.
—Que te pedirá amor, Ralston. Las jóvenes como
ella siempre lo hacen.
—No me interesan los cuentos de hadas de esa
chica, Nastasia. No significa nada para mí, solo va a ser la madrina de mi
hermana.
—Quizá —dijo Nastasia pensativamente—. Pero ¿qué
significas tú para ella? ----------------------------------------------------------------
Amor y odio. Llanto y carcajada. Llena de contradicciones es la locura del deseo. Y para Callie no será menos, tal y como podréis ver en el siguiente fragmento:
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Llegamos al último fragmento, y en esta ocasión os traigo una escena que ocurre en las personas constantemente. Por no atrevernos a hablar, por miedo a lo que nos digan o piensan los demás, se acaban creando los peores malentendidos. Por eso es tan importante la comunicación:
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Y hasta aquí mis fragmentos de hoy, que espero que os hayan gustado y os hayan hecho pensar mucho.
En el capítulo 12
—¡Cómo se atreve a llamarme cobarde!
Callie se paseó de un lado para otro de la
habitación, lívida de furia ante los acontecimientos de la noche. Hacía una
hora que había regresado a casa, pero no había dejado de moverse el tiempo
suficiente para que Anne pudiese ayudarla a desvestirse.
Por esa razón, la doncella se había sentado en
los pies de la cama y observaba cómo su ama se paseaba.
—No me lo imagino —dijo Anne con sequedad—, en
particular si consideramos que intentaste abofetearle en un lugar público.
Callie no notó la ironía de la mujer y,
fijándose solo en las palabras, agitó las manos en el aire llena de
frustración.
—Exactamente —convino—. ¡Esa no es una actitud
cobarde!
—Tampoco es propia de una dama.
—Sí, bueno, pero eso no viene al caso —replicó
Callie—. ¡El caso es que Gabriel St. John, marqués de Ralston, se ha enfrentado
a mí en un lugar público cuando se dirigía a reunirse con su amante y, además,
se las ha arreglado para insultarme! —Golpeó el suelo con el pie—. ¡Se ha
atrevido a llamarme cobarde!
Anne no pudo contener una sonrisa.
—En honor a la verdad, me parece que le has
provocado.
Callie se detuvo en seco y miró a la doncella,
llena de incredulidad.
—Para estar tan preocupada, hace solo unos
días, porque pudiera arruinar mi reputación al acudir a una taberna, parece que
te has puesto de parte de Ralston con mucha rapidez. ¡Se supone que tienes que
defenderme a mí!
—Y lo haré por los siglos de los siglos,
Callie. Pero ibas en busca de aventuras y tienes que admitir que Ralston parece
haberte dado justo lo que querías.
—¡Te aseguro que no estaba buscando que me
insultaran y besaran en público!
Anne arqueó una ceja con incredulidad.
—¿Quieres decir que no lo has disfrutado?
—¡No!
—¿Nada de nada?
—Ni un poquito.
—Mmm-mmm —fue la incrédula respuesta de la
doncella.
—¡No he disfrutado!
—Eso es lo que has dicho. —Anne se puso en pie
y le indicó a Callie que se volviera hacia el tocador para desabrocharle la
larga hilera de botones que cerraba el vestido en la espalda.
Callie permaneció quieta y callada durante un
buen rato.
—Está bien, puede que me gustara un poco
—confesó finalmente.
—Ah, claro, solo un poco.
Callie suspiró y se volvió, a pesar de que
Anne todavía no había terminado de desabrochar el vestido. La doncella volvió a
sentarse en la cama, y Callie, a pasearse de un lado para otro.
—De acuerdo. Más que un poco. Lo he disfrutado
inmensamente, igual que todas las demás veces que me ha besado. —Percibió la
mirada de sorpresa de Anne y se vio obligada a decir—: Sí, me ha besado en más
ocasiones. ¿Por qué no iba a disfrutarlo? Se nota que ese hombre tiene mucha
experiencia besando.
Anne se aclaró la voz.
—Es evidente.
Callie giró la cabeza para mirar a la
doncella.
—¡Te lo aseguro! Anne, seguro que jamás te han
besado así.
—Tendré que creerte.
Callie asintió con la cabeza, seriamente.
—En efecto. Ralston es todo lo que puedas
imaginar que puede ser un hombre… Primero regala palabras tentadoras y miradas
pícaras, luego te rodea con los brazos y… Realmente no puedes comprender cómo
has llegado allí, pero…
Se dejó llevar por los recuerdos, mirando al
techo mientras se sujetaba el vestido contra el pecho. Anne se puso en pie, con
intención de terminar de desabrocharle la prenda, pero antes de que llegara
hasta ella, la mirada de Callie pasó de soñadora a irritada, y comenzó a
pasearse de nuevo.
—Y entonces el muy… el muy… se aparta y te
mira de esa manera relamida y presumida, como el absoluto canalla que es, y
cuando intentas defenderte…
—¿Golpeándole?
—… y cuando intentas defenderte… —repitió
Callie—. ¿Qué hace entonces?
—¿Te llama cobarde? —preguntó Anne,
retóricamente.
—¡Te llama cobarde! ¡Es un hombre
completamente exasperante!
—Eso parece —dijo Anne, acercándose a la
espalda de Callie para continuar desabrochándole los botones.
Esa vez Callie se lo permitió, quedándose
inmóvil mientras le soltaba el vestido y salía de él. Anne comenzó entonces a
ocuparse de los cordones del corsé, y ella suspiró cuando la apretada prenda se
aflojó. Parte de la cólera se evaporó cuando se liberó de los rígidos confines
de las ballenas.
Ya con el camisón puesto, se rodeó con los
brazos y respiró hondo. Anne la guió para que se sentara ante el tocador y
comenzó a peinarle el espeso pelo castaño. La sensación era gloriosa, y
suspiró, cerrando los ojos.
—Por supuesto, he disfrutado del beso
—masculló al cabo de un rato.
—Eso parece —repitió Anne, dándolo por hecho.
—Desearía no hacer siempre el tonto cuando
Ralston está cerca.
—Siempre has hecho el tonto cuando él está
cerca.
—Sí, pero ahora estoy mucho más cerca. Es
diferente.
—¿Por qué?
—Porque antes me limitaba a soñar con él.
Ahora estoy con él. Hablo de verdad con él. Estoy descubriendo al Ralston
auténtico. No es ya una criatura que yo me inventé. Es de carne y hueso y… Y
ahora no puedo evitar preguntarme… —Se quedó callada, renuente a decir lo que
pensaba. «¿Y si fuera mío?»
No tuvo que decir las palabras, Anne las
intuyó. Cuando Callie abrió los ojos y sostuvo la mirada de Anne en el espejo,
vio en ellos la respuesta de la mujer. «Ralston no es para ti, Callie.»
—Lo sé, Anne —susurró Callie, más para
recordárselo a sí misma que para responder a la criada.
Pero, desde luego, no lo sabía. Ya no sabía
nada. Hacía solo unas semanas, se habría reído ante la idea de que Gabriel St.
John conociera incluso su nombre, por no hablar de que estuviera dispuesto a
cruzar unas palabras con ella. Y ahora… Ahora la besaba en carruajes oscuros o
en pasillos todavía más oscuros… Y hacía que se preguntara por qué había sido
tan tonta con él desde el principio.
Estaba segura de que esa noche él se dirigía
al camerino de la cantante, y no cabía duda de que ella no era competencia para
aquella belleza griega. Ralston no podía sentirse atraído por ella.
Se obligó a estudiarse en el espejo,
catalogando sus defectos: pelo castaño, común y poco interesante; ojos
marrones, demasiado grandes; cara redonda, diferente a las de las más bellas de
la sociedad, que tenían forma de corazón; boca demasiado ancha, con los labios
no tan arqueados como debería. Mientras enumeraba cada uno de esos rasgos,
pensó en todas las mujeres con las que se había relacionado a Ralston, en todas
esas Helenas de Troya con rasgos que paralizaban a los hombres.
Él la había dejado y se había ido con su
amante que, con toda seguridad, lo habría recibido con los brazos abiertos.
¿Qué mujer en sus cabales no lo haría?
Y ella había regresado a casa, a su cama fría
y vacía… para soñar con lo imposible.
Se le llenaron los ojos de lágrimas e intentó
secárselas antes de que Anne las viera, pero comenzaron a deslizársele por las
mejillas con tanta rapidez que le resultó imposible disimular la tristeza.
Sorbió por la nariz, llamando la atención de la doncella que, al verlo, dejó de
peinarla y se agachó ante ella.
Callie permitió que la anciana la rodeara con
los brazos y, apoyando la cabeza en su hombro, dejó de contener las lágrimas.
Sollozó contra la áspera lana del vestido de la criada, dejando que aflorara la
tristeza que llevaba años consumiéndola. Lloró por toda una década de
temporadas —cada año más solterona que el anterior—, viendo cómo se casaban
todas sus amigas, cómo se comprometía Mariana… Por toda la tristeza que había
ocultado, negándose a que su sombrío pesar oscureciera la felicidad de los
demás.
Pero ahora Ralston estaba haciendo estragos en
sus sentidos y le recordaba todo lo que había querido y nunca tendría. Ahora ya
no se podía contener.
Siguió llorando durante un buen rato mientras
Anne murmuraba de manera tranquilizadora sin dejar de acariciarle la espalda.
Cuando ya no le quedó energía para seguir haciéndolo, Callie se enderezó, se
apartó de la doncella y le ofreció una acuosa sonrisa de agradecimiento.
—No sé qué me pasa.
—¡Oh, mi niña! —exclamó Anne, en el mismo tono
que usaba cuando Callie era pequeña y se lamentaba de alguna injusticia—. Tu
príncipe azul llegará algún día.
Callie curvó levemente los labios con ironía.
Anne había dicho esas mismas palabras incontables veces en las últimas dos
décadas.
—Perdona, Anne, pero ya no estoy segura de
ello.
—Oh, lo hará —afirmó Anne con seguridad—. Y
cuando menos te lo esperes.
—Creo que ya me he cansado de esperar. —Callie
se rió sin humor—. Probablemente esa sea la razón por la que me he fijado en el
caballero oscuro.
Anne le ahuecó la mejilla con la mano.
—Creo que sería mejor que te dedicaras a
tachar puntos de esa ridícula lista tuya —dijo con una sonrisa—, en vez de
andar en compañía de Ralston. Si fuera tú, me olvidaría de él.
—Es más fácil decirlo que hacerlo —aseguró
Callie. Había algo que la impulsaba hacia ese hombre sin importar lo mucho que
la enfureciera. Al contrario, su arrogancia solo servía para hacerlo más
atractivo. Suspiró—. Quizá tengas razón. Debería olvidarme de Ralston y volver
a centrarme en mi lista. —Cogió el papel del tocador, donde lo había dejado
antes—. Por supuesto, ya he realizado las tareas más simples.
Anne emitió un gruñido de incredulidad.
—Por supuesto, porque ir a una taberna a beber
whisky es una tarea de lo más simple —dijo secamente—. ¿Qué te queda?
—Montar a horcajadas, practicar esgrima,
asistir a un duelo, disparar una pistola y jugar a las cartas en un club de
caballeros —enumeró, omitiendo el resto de los artículos, los que le
avergonzaba compartir incluso con su confidente más cercana.
—Hmm, es todo un reto.
—En efecto —señaló Callie con aire pensativo,
mordisqueándose el labio inferior mientras releía la lista.
—Sin embargo, una cosa es segura —continuó
Anne.
—¿Cuál?
—No importa lo que hagas después, nadie te
llamará cobarde por hacerlas.
Callie buscó la mirada de Anne y, tras un
sorprendente silencio, las dos estallaron en carcajadas.
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Llegamos al último fragmento, y en esta ocasión os traigo una escena que ocurre en las personas constantemente. Por no atrevernos a hablar, por miedo a lo que nos digan o piensan los demás, se acaban creando los peores malentendidos. Por eso es tan importante la comunicación:
En el capítulo 21
«Pídeme que baile contigo.» Sabía que era una
idea terrible, que no debía bailar con él después de haber rechazado su
propuesta de matrimonio y decidido que debía permanecer alejada de él. Sabía
que lo último que debería permitir era que Ralston la dejara devastada esa
noche. «Pídeme que baile contigo mi primer vals con este vestido.» Silenció
aquella vocecita, y resolvió en ese mismo momento que debía detener aquellas
fantasías tan estúpidas. Bailar con Ralston era, definitivamente, una pésima
idea.
—Lady Calpurnia, ¿quiere bailar conmigo?
Al principio, Callie se quedó realmente
confundida por las palabras, aquellas que había deseado que Ralston dijera,
pero que en lugar de haberlas pronunciado él, provenían de una dirección
distinta… Concretamente, le habían llegado por encima de su hombro derecho.
Parpadeó, despistada, sin notar apenas la expresión atronadora de Ralston antes
de entender lo que sucedía y volverse para mirar al barón de Oxford.
«¡No!» Contuvo el deseo de golpear el suelo
con el pie.
No podía negarse; hacerlo no solo sería el
colmo de la descortesía, sino que además Callie no se encontraba en posición de
rechazar ninguna oferta para bailar. Los pensamientos atravesaban su mente a
toda velocidad. Miró brevemente a Ralston, preguntándose por qué él no
reclamaba el baile para sí mismo. Desde luego, ella no negaría que había sido
el primero en pedírselo.
Pero él no dijo nada y se limitó a mirarla de
una manera fría e ilegible.
—Me encantará bailar con usted, milord
—respondió, volviéndose hacia él—. Gracias.
Él barón le tendió la mano y ella puso la suya
encima.
Cuando sus manos se tocaron, Oxford le dirigió
una amplia sonrisa que no se reflejó en sus ojos.
—Excelente.
Ralston observó cómo el dandi guiaba a Callie
hacia la pista mientras unas oleadas de furia lo atravesaban al ver que eran
los brazos de otro hombre los que la rodeaban… que era otro el que la tocaba.
Solo años de contención impidieron que entrara como un vendaval en la pista y
la arrancara de las garras de aquel cazadotes.
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como siempre, ¡espero vuestros comentarios!
Un beso a todos!

Escribir no es más
que jugar con las palabras.
Quiero leerlo *-* Muchas gracias por los fragmentos ^^
ResponderEliminarbesitos<3
Ya voy a la librería y compro aquel libro.
ResponderEliminarAlba, por favor, puedes visitar mi blogger, porque soy nueva y quiero estar segura de hacer las cosas bien, ya que tú escribes muy bien.
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