Últimas reseñas

lunes, 11 de junio de 2012

RELATO 3: Últimas noches con Luppo

Era de madrugada. La madrugada de un sábado, o quizá ya era domingo y no se había dado
cuenta... pero era de madrugada. Noche estrellada en el cielo, luna clara y serena en lo alto, poco o nulo ruido por las calles y brisa, una brisa lunar que acaricia cada parte de tu cuerpo dándote alas para volar y sueños para soñar.
En el interior de la casa también se compartía ese silencio nocturno, y ese remanso de paz y tranquilidad lo utilizaba Lupp para intentar rescatar alguna musa del Parnaso y, así, escribir de una diabólica vez, ¡no puede costar tanto! Pero ya llevaba una larga temporada sin plasmar palabra y las pocas que ponía, al día siguiente, tenían que ser tachadas y eliminadas porque ya no les encontraba valor alguno.
– Primero necesito un tema acorde con mi forma de escribir, actual y que enganche... si no tengo esto... – decía para sí.
Así se tiraba horas, días y meses, escribiendo que, en boca de él, no era más que jugar con las palabras, pero siempre se le dieron muy mal los juegos y acababa por irritarse porque jamás ganaba. Recordaba una tarde, cuando era apenas un chiquillo, jugando a fulbito donde hizo un gran hat-trick, el primero y único a lo largo de su vida. Recuerda cómo lo celebró por todo lo alto pese a que el equipo rival les acabó endosando seis goles más que los que ellos metieron... ¡Imagina, mi mayor proeza en los juegos fue meter tres goles en el partido y encima acabamos perdiendo! 
– ¡Ya está! Pensaré en algún amor de primavera que tuve, alguno que me marcase mucho, alguno que me dejara huella, tanta que pueda escribir de una tirada una historia equiparable al gran William Shakespeare y su Romeo y Julieta – decía para sí, nuevamente.
Pero Lupp apenas tuvo grandes amores en su vida, quizá en cómputo global sólo fueron tres, Louisiana, la francesa; Lorena, la de sonrisa eterna y Paz...
Louisiana era una chica francesa, venía de la capital, París, y en su mente estaba el afán de libertad y las ganas de imaginar y vivir todo aquello que pudiera. Vino aquí con la idea de buscar una aventura en su vida y acabó por encontrar a un jovencísimo Lupp que, quien le conocimos por aquella época, apenas entendía nada de la vida y del amor, incluso llegó a decir que el amor es el sentimiento más estúpido, después de su paso con Louisiana acabó por retocar aquella frase y quedó como el amor es el sentimiento más estúpido y necesario. Louisiana y Lupp se conocieron de casualidad: él fue a enviar una carta a correos y ella fue en busca de un paquete que recibió. La cola era interminable y el aire acondicionado se había estropeado días atrás, por lo que con tanto traqueteo de personas y en la época en la que se encontraban, hasta los huesos se derretían ante aquella sauna humana. Después de interminables horas le tocó a Lupp enviar su carta pero despistado de él no llevaba dinero, ¡me he olvidado la cartera en casa! Aunque, por suerte, una mujer joven, con ojos tiernos y azulísimos, le prestó el dinero necesario con tal de no hacer esperar más a la gente. Lupp se enamoró a primera vista y no pudo menos que entregarle su número, esperando que lo aceptara, y ofrecerse voluntario a ser guía turístico al darse cuenta de que ella no era de allí. Pero todo aquello no iba a ser fantasía y alegría pues llegó un día terrible para la enamorada pareja: ya finalizando el verano y después de unos intensos meses de noviazgo donde Lupp aprendió a amar, a ser amado y a hacer el amor, llegó una fatídica noche donde vino, también desde París, un señor de figura esbelta y con nariz aguileña. Jamás podría olvidar ya su nariz. Aquel señor se presentó como Pierre Autre y andaba en busca de la señora Louisiana.
– ¡¿Señora?! - Dijo en estado de shock Lupp.
– Sí, es mi santa esposa y tiene un grave problema, sufre de “Bovarismo” y anda en busca de unas ilusiones y una libertad imposibles.
El joven Lupp no entendía nada pero Pierre, con mucho tacto y temple, le explicó qué tipo de enfermedad era el “bovarismo” así que, al final, Lupp tuvo que quedarse sin aquella relación tan intrínseca con la señora Louisiana por culpa de un estado de insatisfacción crónica de la chica que le hacía salir en busca de sueños y vivencias imposibles.
Pasaron muchos años antes de que Lupp, que por aquella época se hacía llamar “Luppo” y que, al final, se quedó con ese apodo, volviera a enamorarse de una persona... pero al final, lo que es irremediable, acaba por llegar y así se enamoró de Lorena. Yo apenas la conocí y lo poco que pude tratar con ella pude observar cómo una sonrisa puede tan penetrante pero también entendí, en aquel momento, cómo eso podía convertirse en un arma de doble filo. Luppo no entendió eso hasta el final. Él vivía en un estado autista provocado por la dulzura y ternura que le brindaba Lorena a cada instante y no se entraba de que, contra más tiempo pasaba, más el toro crecía. Toda aquella historia rocambolesca y fatídica se aclaró una tarde de agosto, cuando Luppo quiso ofrecerle una bellísima sorpresa a la mujer de su vida, dicho por él, y se presentó en el apartamento donde ella vivía.
– ¡¿Pe...pe...pero qué haces tú aquí?! ¡¿No habíamos quedado a las ocho en la parada?! - Dijo Lorena.
– Sí... pero me apetecía darte una pequeña sorpresa. ¿Sabes? ¡Me haces muy feliz! - Le dijo entregándole un ramo de varias rosas y de diferentes tonalidades.
Pero justo en aquel mismo instante cayeron los pétalos marchitos al momento y, de las rosas, por arte de magia negra, brotaron mil y una espinas que se clavaron en la mano de Luppo pero más en su corazón. Un hombre corpulento, dado que se le veía el torso, y de cara atractiva apareció por detrás de Lorena preguntando que quién era aquella persona que estaba molestando su momento. 
Luppo salió corriendo de aquel infierno, no por miedo, no por rabia, no por dolor sino por una inmensa y oscura soledad dentro de sí. Aquella noche no pudo contener las lágrimas y le rogó a un Dios que no creía que le dejara de hacer tanto mal, que le dejara ser feliz, que él sólo quería dar todo el amor que guardaba. Quedó dormido mientras aún le brotaban lágrimas secas de sus ojos.
El otro gran y último amor de Luppo fue Paz. Después del duro y amargo trago con Lorena, Luppo acabó dándose a la bebida y frecuentaba cada vez más los bares y, si le vetaban, iba a otros, no tenía problemas con ello. Acabó perdiendo a los pocos familiares que le quedaban y también a las pocas amistades que permanecían a su lado. Se dio a la mala vida porque, en boca de él, la vida me ha mostrado este camino, el malo, el cruel, el aciago y es por ello que no me deja más remedio que lanzarme a esto, a lo malo de la vida. Una noche, donde su libido aumentó de forma considerable, se acercó al lugar más cercano donde podía encontrar alguna prostituta para que le solventara aquellos problemas sexuales que ya la masturbación no conseguía eliminar. Contrató los servicios de la mujer más sencilla y normal que estaba rondando por allí aquella noche. Después de aplacar aquel deseo sexual ella le comenzó a hablar pero Luppo no quería charlas, simplemente le había pagado para una función que no era la de platicar. Luppo había endurecido su carácter, le habían surgido espinas, como las rosas que le atravesaron el corazón, pero rompió toda aquella coraza cuando aquella prostituta, entre sollozos, dijo:
– ¡No estoy preparada para esto! ¡No estoy preparada para esto! ¡No, no, no,no...!
Luppo sorprendido ante aquella confesión quedó callado y dejó que la mujer se expresara primero antes de que él pudiera decirle algo. La prostituta le confesó que aquella había sido la primera vez que había ejercido como tal porque no tenía otra forma para mantenerse, porque no tenía ni un cuerpo definido, ni una mirada bella, ni una inteligencia desorbitada... apenas era ella y nada más.
Luppo cedió después de años y decidió charlar con ella y aquella fue una noche de confesiones, de sacar espinas clavadas para que empezaran a sanar las heridas: le contó sus dos grandes y aciagas historias, la de Louisiana y la de Lorena. A partir de aquel momento Luppo empezó a frecuentar más la noche y a contratar los servicios de aquella mujer pues, poco a poco, fue necesitándola más para conversar que para sexo... ¡Le hacía tanto bien...! Ella empezó a declinar “ofertas de trabajo” nocturno y empezó a esperarlo sólo a él... Poco a poco dejaron de follar para empezar a hacer, de nuevo, el amor y eso Luppo, se dio cuenta y acabó agradeciendo a un Dios en el cual no creía aquella nueva oportunidad que se le mostraba...
– Cariño, ¿qué haces? – Se oyó una voz de fondo que provenía de la habitación.
– Pues ahora mismo... Pensando en ti...
– Deja de pensarme tanto y de jugar con las palabras y ven a dormir conmigo, que noto tu ausencia.
– Ya voy, Paz – sentenció Luppo.

2 comentarios :

  1. Me ha parecido un relato correcto en varios aspectos pero cuida un poco según qué faltas de ortografía que he visto.

    Sigue jugando con las palabras día tras día.

    ResponderEliminar
  2. Hola,

    Me ha gustado mucho el relato, pienso que es atrevido desde el punto de vista de la temática utilizada ya que no es nada habitual y esto hace que a mi personalmente me gusta mucho.

    Además aunque el final era fácil de suponer (en el sentido de que acabaría bien) es un final un tanto inesperado por la forma de conocer a la chica y es un final abierto a imaginar lo que podría suceder a continuación.

    En definitiva, muy buen relato.

    Anna Ruiz

    ResponderEliminar

Muchas gracias por pasarte y por comentar :D TODOS los comentarios tendrán en breve una contestación mía en la misma entrada en que dejes tu comentario, así que ¡no dudes en pasarte a leer mi respuesta!

Y ahora sí que, sin más preámbulo, deja aquí tu juego de palabras :) un besitoo!

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...